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El amor es una página en blanco
Nunca he sido de grandes discursos y, sin embargo, por esas cosas de la vida, me encuentro aquí, frente a un documento en blanco, escribiéndote estas líneas.
Los que me conocen suelen decir que soy una persona práctica, que intento que uno más uno haga dos y que rara vez me paralizo cuando hay una crisis a mi alrededor. Que, por desgracia, las ha habido. Y, con todo, nunca he perdido la sonrisa. La esperanza.
Creo en el poder, en la magia, de una mirada. Un reflejo del alma, de lo que somos y de lo que sentimos. Un destello de esperanza, de humanidad, de compasión y de valentía. Soy adicta a esas miradas que dicen tantas cosas; de las que dan sin pedir nada a cambio, de las que te arrancan una sonrisa, incluso si en estos tiempos apenas ves el resto de su rostro, y de las que te hacen contener el aliento.
Sí, soy de esas, de las que adoran soñar, a veces con los ojos abiertos, de las que serían capaces de mantener diálogos mudos con algunos de los personajes que han ido creando a lo largo de los años, de las que creen en la magia de las pequeñas cosas y que pueden quedarse cautivadas durante largos minutos contemplando un atardecer cualquiera. Sí, vale, lo admito, había escrito amanecer, pero, como soy de dormir hasta tarde, me ha parecido justo corregir ese matiz y ceñirme a la realidad.
Soy una romántica, de esas que lo afirma con convicción y, aunque a veces la vida me ha traído cal y no solo arena, sigo creyendo que el amor todo lo puede y que va más allá de las cosas que son palpables. Me gusta así, porque el amor es un camaleón que puede tener mil rostros, el del amante, el del amigo, el de la madre y también el del hijo o el hermano. Un amor que une y que, aunque a veces duele, intenta reencontrar un camino y volver a su cauce tras desbordarse cuando hay tormenta. Un amor que nos empuja a ser cada día un poquito mejores y que es consciente de nuestras diferencias, pero también de nuestras similitudes. Especialmente de eso último. Un amor que se basa en el respeto del yo y también del tú. Del nosotros. Supongo que por eso creo en todas las personas, al menos un poquito.
Te invito a soñar conmigo. Quiero verte sonreír y que te enamores de mis personajes; que mis líneas te arrastren, te hagan desconectar del mundo y te sumerjan en una espiral de buen rollo durante unas horas en las que solo estemos tú y yo, una historia con un toque de fantasía y mucho romanticismo. ¿Te animas?
